jueves, 6 de agosto de 2009

A dos años del terremoto en Pisco - 2007- Perú




La ciudad de Pisco queda destruida en tres cuartas partes. Tan sólo en la iglesia se calcula murieron 200
El UniversalViernes 17 de agosto de 2007
PISCO (Agencias).— La ciudad de Pisco, una de las más afectadas por el terremoto de 8 grados que estremeció el miércoles a Perú, quedó destruida en 70%, según informó ayer el alcalde Juan Mendoza Uribe. Para colmo, se quedó sin servicios básicos y tiene problemas de comunicaciones.
“Tanto esfuerzo y nuestra ciudad está destruida”, afirmó Mendoza Uribe en una entrevista con la radio limeña RPP, en la que no pudo contener las lágrimas.
Pero no fue Mendoza el único que derramó lágrimas ayer en la ciudad de la que deriva el nombre de la famosa bebida alcohólica peruana, y que ayer presentaba un cuadro de desolación y muerte, con casas derrumbadas y cadáveres tirados en las calles.
Constantina Layme se movía ayer, temblando y sollozando, de un cuerpo enlodado a otro, buscando a su hija en la plaza principal de Pisco cuya iglesia se cayó durante la misa por el terremoto.
Frente a ella, en la plaza central de Pisco, yacían los cadáveres de aproximadamente 50 de los más de 400 fallecidos.
“Estoy buscando a mi hija. Me dijeron que fue a la iglesia”, dijo Layme, de 40 años, mirando al punto más alto de la plaza, donde un santuario y lugar de oración se convirtió en una tumba. “Tal vez esté herida, no lo sé”, agregó.
Misa mortal
La mayoría de los cadáveres en la plaza provenían de la iglesia de San Clemente, donde unos 20 bomberos, policías y soldados se encontraban excavando junto a una pala mecánica, en busca de sobrevivientes o de más cadáveres.
Entre la inmensa nube de polvo que se levanta cuando la pala mecánica remueve delicadamente los escombros de la iglesia, y mientras el personal de rescate busca entre el adobe y paja, la atenta mirada de quienes esperan los cadáveres de sus seres amados se llena de lágrimas cuando ven otro bulto venir a la plaza.
Ese es el caso de Gladys Pedemonte, quien sentada en la plaza que se extiende al pie de las ruinas, recibió los cuerpos de su sobrina y del bebé de ésta, de unos nueve meses, que le fueron entregados en una manta blanca.
Se estima que unas 200 personas quedaron sepultadas el miércoles cuando acudían a una misa de rememoración al cumplirse un mes de la muerte de un habitante de este pueblo.
Como desafiando a la catástrofe, la fachada amarilla del templo de dos gruesas columnas se mantenía erguida, al igual que la cúpula del centro de lo que fue uno de los mejores edificios de Pisco. El resto de la edificación era sólo un amasijo de paja y adobe amontonado en grandes pilas, bajo los cuales se esperaba ansiosamente el milagro de encontrar a alguien con vida. Al final de la jornada, los rescatistas sacaron a dos hombres, que salvaron su vida por estar cerca de lo que fue la puerta del atrio.